(Si no has leido la primera parte del relato, puedes hacerlo aquí)
-Buenos días inquisidor Pablethus.
Albert Croquethorn era un hombre de mediana estatura, de piel muy morena y bastante robusto. Con el cráneo totalmente afeitado y el gesto grave, seguramente un hombre que no me pondría las cosas fáciles, lo que me faltaba...
-Buenos días inquisidor Croquethorn. Perdone que le moleste estando su hijo enfermo, pero hay unos asuntos importantes que me han traído hasta Madua y necesitaré toda la información que me pueda facilitar.
-¿De qué tipo de asuntos me está usted hablando? que yo sepa esta zona está totalmente controlada y no hay incidencias registradas recientemente. En cualquier caso yo estaría al tanto -me respondió bruscamente-
-Según el inquisidor Evidenthus…
-Ya le dije al inquisidor Evidenthus que no necesita inventarse falsas herejías para ascender en su carrera, de eso ya se encargará Orsini -me espeto Croquethorn-
-Mis ayudantes y yo estuvimos investigando en la zona y lo único que había allí es un antiguo hangar abandonado y unas extrañas runas pintadas en el suelo, que según los análisis datan de 200 años atrás. Estuve revisando los archivos del anterior inquisidor de Madua y efectivamente en la zona hubo un caso de rituales del caos, pero la secta fue exterminada al completo y no se han vuelto a registrar actividades desde entonces. Mi antecesora, la inquisidora Delacroix, inutilizó las runas mediante una capa de aislante pictórico, pero aprovechando la visita del inquisidor Evidenthus y para que se quedara más tranquilo, las runas fueron totalmente destruidas. Yo mismo portaba uno de los lanzallamas que utilizamos para no dejar rastro de ellas.
-Si acompañó al inquisidor Evidenthus, supongo que no le importará hacerme un pequeño favor y llevarme al hangar. Solo para poder poner en mi informe que usted tiene la zona contralada y que Evidenthus se preocupa sin razón.
Según el informe que me facilitó Rorken, yo sabía que se habían registrado varios viajes hasta Grundun a nombre de Tirus Myrga, el nombre falso de Edding Altor, un hereje en busca y captura por varios asesinatos sectarios en las inmediaciones de Tracian. Los investigadores de Evidenthus averiguaron que durante esas fechas se efectuaron varios alquileres de aerodeslizadores y servidores. Según el registro de rutas que la empresa mantiene gracias a los localizadores, el destino de las naves había sido las inmediaciones de Madua. Me abstuve de facilitarle esa información a Croquethorn, porque no necesitaba más brusquedad por su parte.
- Está bien -me contestó Croquethorn- le llevaré al maldito hangar para que pueda escribir su informe y marcharse cuanto antes. Sígame por favor, tengo que revisar la medicación de mi hijo y podremos marcharnos.
- Por supuesto- Contesté y seguí a Croquethorn.
Cuando llegamos a la habitación de su hijo, se acrecentó esa extraña sensación. Había una sensación de angustia y el ambiente estaba empalagoso, pero evidentemente solo alguien con habilidades psíquicas podría notarlo. Las mías son limitadas, pero soy capaz de detectar emisiones tan fuertes como las que había en esa habitación y no era muy difícil darse cuenta de donde provenían.
El hijo de Croquethorn era un niño de piel extremadamente pálida, ojos azules y una alborotada mata de pelo negro. Se encontraba empostrado en la cama, sudoroso y con los ojos cerrados. Temblaba ligeramente y a su lado flotaban dos cráneos médicos a los que estaba conectado. Desde luego el chico lo estaba pasando mal y era evidente que su padre no sabía el status de psíquico que tenía su hijo, si no, estaría recibiendo otro tipo de tratamiento muy distinto.
Lo sentí por Croquethorn, porque no me caía mal, pero mi deber era llamar a las naves negras para que recogieran al chico, incluso siendo el hijo de un inquisidor, un psíquico no entrenado en libertad era un peligro para la sociedad. Pero como necesitaba la máxima cooperación por su parte decidí contárselo cuando se hubiera resuelto este asunto.
13 julio 2009
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